Recuerdo lo que vestía, también recuerdo su pelo, y lo que él vestía. Incluso recuerdo su olor... es un recuerdo a largo plazo que probablemente jamás olvidaré. Recuerdo que mis padres no estaban en casa, y que solo estaban mis primas. Que hablaba con él por teléfono y le pregunté porqué no venía a mi casa. Él me dijo que en media hora iba. Y yo me puse mi camiseta de rayas diagonales y mis vaqueros, una diadema... y subí a la terraza a esperar... Recuerdo su pelo a lo lejos, su pelo todo alborotado...
Cuando bajé a saludarle, él venía con un amigo, y allí en medio de la calle, cuando me acerqué me dió un beso feroz y desesperado, como si lo ansiara desde tiempos remotos, como si su cuerpo le negara hacer cualquier otra cosa aparte de besarme allí, en mitad de la calle.
Recuerdo todo, entrar a mi casa, presentarle a mis primas, ir a la cocina tomar jugo, y que me lo quitara de la boca... subir a mi habitación, sentarnos en mi sillón y comenzar a besarnos con desesperación y complicidad, y tocar, nuestras espaldas, cuellos, hombros, pechos... y que de repente llegara el quesero.
Recuerdo la sonrisa que llevaba hace 5 años cada vez que me veía... y la sonrisa con la que me saludó el año pasado cuando me aparecí en su casa sin previo aviso.
Y no quiero, dejarla ir... no quiero... esa mirada que brillaba pero que intentaba ocultar...
Bien me dijo alguien hace unos cuantos años... "lo que empieza rápido, termina de la misma forma". Y cuando lo piensas, es cierto, muy cierto. Mientras que la primera versión de M y yo nació en cuestión de días, y así mismo terminó de un día para otro, la segunda versión de M y yo nació de en medio de una especie de amistad, de meses hablando, de un recorrido nada corto... y terminó a duras penas, cuando ya se había intentado todo para mantenerla a flote... lentamente.
Pero... ¿Valió la pena?
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