sábado, 14 de mayo de 2011

Cosmos

Ese día era un día para los dos. No teníamos planes, aunque yo había mencionado que quería ver la nueva de Shrek. Así que ese día nos encontramos tirados en su cama mirándonos tontamente hasta que el cansancio le venció y cerró los ojos. Yo lentamente dejé la cama y fui al salón a jugar con Freya. Mientras Freya desataba mis cordones le escucho decir “querías hacer algo?” le dije que si íbamos a ir a ver Shrek, él dijo que vale, que le dejara dormir un rato, y eso hice. Hasta que sentí que se sentó en el sillón a mi lado, se hizo una bola y se quedaba dormido.
Cuando finalmente decidimos salir, puedo recordarle a mi lado en el carro público, dejándome al lado de la puerta para que nadie se siente sobre mí, yendo a comer helado y criticando a la gente que hacía la cola para entrar al cine. También puedo recordar su mano apretando la mía firmemente mientras hacíamos la cola, su cara vulnerable, su mente refugiándose de todos los sonidos a su alrededor… que yo abriera la boca y el centrara toda su atención en mí, que me escuchaba solo a mí.  Aquella noche llegué tarde para el horario de mi primo donde me estaba quedando, y recuerdo que estuvimos caminando por los lugares que habíamos recorrido durante nuestras primeras citas, hace 5 años. Lo que había pasado, lo que habíamos sentido. Aquella noche, frente a la puerta de la casa de mi tía, M me dio uno de los besos más cálidos de todo el verano, porque recuerdo que todo a mí alrededor desapareció y solo quedábamos él y yo. Y aquél fue el último beso, como si el cosmos lo hubiera planeado así, la última vez que le ví fue la última vez que le sentí como el M al que amaba. Quisiera pensar que todo lo demás fue mentira, y que ese era todo él, majestuoso y único. Perfecto.

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