miércoles, 6 de abril de 2011
Definitivamente no lo que me esperaba.
Creo que las mujeres entramos a las relaciones de pareja ilusionadas y llenas de expectativas. Al principio todo parece ideal, casi un suenio. Sentimos que a penas tocamos el piso, y por lo general queremos prolongar este estado anímico en el que todo es mas de lo que esperaba nuestro pesimista corazón. Es lamentable que mientras una se aferra mas a este espejismo, mas parece este querer esfumarse. Así el conflicto interno, el debate interminable entre la razón y los sentimientos se agudiza. Los instintos nos dicen "Corre", pero el testarudo y masoquista corazón quiere esperar, y la psique se agota, el dolor aumenta y la solución no llega. Y llegamos al punto de recordar los viejos tiempos y querer regresar a ellos con desesperación. No tenemos el valor ni la fuerza de elegir otro camino. Nos ahogamos. Nuestro ya débil sentido de auto-preservación se activa y nos vemos forzadas al cambio para sobrevivir. Nos volvemos mas duras, aprendemos a protegernos y amar menos. Y eso no lo esperábamos. Pasado un punto empezamos a marchitarnos por dentro. Se caen las flores de nuestro cerezo, desnudandolo, y aunque sabemos que pronto pasara y que volverá a florecer lo que con tanto ahínco habíamos cultivado, la verdad es que no queremos experimentar el frió invernal. Como mujeres no queremos dejar ir la esperanza, aunque el seguir conservándola signifique sufrir. Pero veces eso es exacto lo que necesitamos.
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