miércoles, 10 de noviembre de 2010

Movil

<<Como siempre, al abrir los ojos esa mañana, hice lo mismo que hago al cerrar los ojos… Pensar en el señor M. Aquella mañana no tenía nada de diferente excepto el hecho de que despertaba en un gimnasio con 300 personas más y me dolía la cadera por el saco de dormir. Esa mañana ahuyenté velozmente el recuerdo del señor M y me enfoqué en mirar a mis compañeros para ver si dormían o si podría hacerles alguna travesura antes de que despertaran.  Intento fallido, estaban despiertos. Así que nos vestimos, desayunamos, y nos dirigimos a la iglesia en la que se estaba llevando a cabo el encuentro espiritual, todo esto con una gran sonrisa en nuestros labios… nos lo estábamos pasando genial. Aquella tarde participamos en un rally evangelístico en el que, además de compartir con las personas de la ciudad que nos daba cobijo y dejarles saber quiénes éramos los adventistas del 7mo día, pasamos unas 2 horas muy locas y divertidas. Acabamos destrozados por el esfuerzo, pero valió la pena. Cuando llegó la noche y volvimos al gimnasio nos pusimos a jugar esos típicos juegos que siempre jugábamos cuando dormíamos fuera: “Jungle Speed” y “Polis y cacos”. Conecté mi móvil al Messenger mientras intentaba suprimir una risita cómplice al ver que me había salido “Ladrón” en la tarjeta del juego, no quería delatarme por lo que intente ocultarme detrás del móvil, no pude, mi sonrisa se amplió aún más al ver que Sr. M estaba conectado. “Finally!!” pensé. >>

<<Esa madrugada el móvil me despertó a las 4:20 AM. Pasó lo de siempre, así que mientras deseaba que el sms lo hubiera enviado el Sr. M tanteé a oscuras el escritorio, tomé el móvil y leí el mensaje. “Después de ver las fotos de este verano me he dado cuenta me encanta pasar el tiempo contigo. No me explico porque me he portado asi cuando, en realida, me encanta estar contigo.” Ese fue uno de esos momentos en los que dices “eso ya lo sabía yo” y sigues durmiendo… que fue exactamente lo que hice. Y al despertar, y abrir los ojos y pensar en él me acordé que había recibido un sms la noche anterior, lo volví a leer y un atisbo de rabia se asomó en mi pecho… ¿qué coño intentaba decirme con eso? Recordé como la noche anterior mi cerebro ideó una situación sobrenatural entre nosotros dos. Y entonces la rabia se acentuó. Así que desde el principio solo tenía que hacerle saber que en cualquier momento podría cansarme de él, ¿solo tenía que haberlo dicho antes para realzar en el las ganas de estar conmigo? “Hijo de ****”, pensé. Me vestí, tomé mi mochila y me dirigí a la facultad. Pensando, me pasé todo el día pensando, la rabia se transformó en alegría y la alegría en miedo. “¿Y si de repente se está forzando a sentir algo por mí solo por miedo a perderme?”.  Y se lo dije. Y desde eso he buscado las cosas que quiero de él, las que no quiero. He leído todos los mails que nos hemos enviado y he vuelto a enamorarme de el. Ahora mismo estoy enfadada. Mucho. Deseo odiarle. Mucho. También quiero llorar. Mucho. Estoy cansada. Mucho.>>

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